El actor, poeta y dramaturgo cubano José Triana (1931-2018) es el autor de esta Partida de ajedrez que pertenece a su poemario de 1990 Otro retrato olvidado.
Triana, educado entre Cuba y España, residió desde 1960 en la isla caribeña hasta 1980, en que desavenencias con las autoridades culturales le obligaron a exiliarse a París.
PARTIDA DE AJEDREZ Veía yo aquellos cuerpos dibujarse un teatro de feria o Gran Guiñol, aviva crucigramas voluptuosos Veía yo, decía, aquellos cuerpos Majestuosamente ahí están, seguros Y de pronto la reina le propina Yo me estuve impasible por abstracto Desde el umbral es un rey quien pregunta Pase usted a la esquina del tablero, Yo miraba al vacío en el tapiz, Ditirámbicos mueven sus caretas Inesperadamente otra reina abre Vea usted el flanco izquierdo, distraiga Alguien me empuja y me pone en los bordes: Toca una mano al rey de voz tronante Es muy tarde, decía, pero venga, Furioso el otro rey pierde su sitio Aunque la reina nada entre dos aguas Yo me oculto al zumbido, a la proclama El alfil no discute, sólo atiende Adéntrase otra reina y otro rey Los alfiles conciertan con las torres El trote de un caballo me despierta, escrito en las paredes de agrietado Si todos los relojes se reunieran un circuito feroz de rotas flechas Los dos reyes coinciden frente a frente, semejantes a las moscas feroces Todo crece en la noche y se propaga ojillos de diamantes a pedazos A la carga la reina salta sobre izquierda, lanza espumajos amargos, Mas los reyes en ronda vociferan y se apartan, y con paso muy feble De rodilla y a coro los alfiles La mano del miope se apacigua, Yo me asomo a la orilla meditando: matemáticamente despiadadas, O es todo lo contrario. Astutamente ese gesto que hacemos de añoranza, Incapaces las tropas ya no saben De dos gotas de sangre de una niña Un muchacho se vuelve una paloma La lucha se reanuda por el alba o cuando los alfiles se desbandan
inhabituales, lerdos, tan solemnes,
parados, dóciles, de penitencia,
grises siluetas de una remembranza,
mientras la flauta gime, allá, en la luna
y el aire se va atestando de grillos,
y un efluvio de fruta y yerba buena
y fantasmas que asustan la ceniza.
(No hablo de símbolos ni metáforas,
era un hecho concreto, natural).
dibujarse con la tranquilidad
de un vergel melancólico, pero único.
Un vergel que propone aguas dormidas.
-los reyes, las reinas, y los alfiles
y caballos y torres, en su escaque,
iguales a las deidades del sueño.
un mordisco al alfil. Gritos y ruidos
pueblan este tablero de ajedrez
que ahora es un simple campo de batalla.
ignorando si entraba o si salía
pues la reina exigía tres peones
de los macizos puertos de Bretaña.
por la estúpida fiesta de la alondra,
¿qué sostiene el aire que no cesa
y ese incierto galope de cosquillas?
dispóngase a sufrir cualquier tormento,
que la reina repite nueva hazaña
buscando entre las tapias el otoño.
conquistando aquel sitio de penumbra
cuando otro alfil se coloca en acecho
y recibe un enjambre de sarcasmos.
los insolentes reyes, sus lisonjas
divierten al procurador locuaz
como un rosado séquito de plumas.
una brecha y se inicia un azaroso
ir y venir de señas, contraseñas
y un sin fin de maneras tortuosas.
al enemigo, no detenga el juego,
utilice un sofisma más sutil,
un veneno de suaves llamaradas.
este gesto podría delatarme,
estoy en juego, en juego, anzuelo y pez,
triste reo delante de sus jueces.
y el caballito piafa por el bosque
de las íntimas perlas del murmullo,
por el río del árbol hechizado.
la cuestión es rendir el cerco impuesto.
Y entonces una torre languidece
al cegarla los lentes del miope.
por vagas confusiones, titubeos
de si es aquí o allá lo que sucede,
debo esperar un poco por si acaso.
se queda adormilada en el chubasco,
ajena o rechazando el vendaval
que se aproxima sobre su cabeza.
del alfil sentencioso, ¿quién afirma
las naves del rocío, quien expone
esos guantes y lágrimas tremendas?
a los dedos que la reina ensortija
si un peón la embiste o le ofrece rápida
una tregua posible el caballito.
en una zona para mi difusa
donde la oscuridad se come el musgo
de las viejas cisternas agobiadas.
ejercicios celestes y se fingen
cazadores de un ciervo sumergido
en el ámbito hermético del mar.
toma un escaque y otro por la esquina.
Este juego remeda las brumosas
teorías de algún verso imposible
barro. Paredes de lluvia y de trueno,
inmóviles e irreales como el verso
escrito por de pronto sin saberse.
no sentiría usted un vértigo tan hondo.
Relinchos y galopes desbocados
agregan a la inmensa polvareda
y los estruendos de las reinas locas
que hacen visajes en los espejos
y se bañan desnudas en el lago.
sus barbas ya relucen, ya se apagan;
maldiciones profieren, muerden dardos
de mimbres de una extraña dinastía,
enhebrando sus dédalos de insomnio,
devastando los campos del orégano,
inventando un aullido de ultratumba.
en largos aletazos de sirena.
Vea usted hacia arriba, por la cuesta
el tablero del cielo frío sirve
ardientes y veloces y suspiros.
Yo me entrego a este júbilo sereno,
la luna monologa claramente.
un peón, forcejea y lo encabalga
con golpes diestros y salvajes gritos
y le apunta un puñal en la tetilla
a carcajadas ríe, algo le nubla
el ojo turbio, algo arde en el desierto,
cayendo a su costado derrotada.
invocando a un fetiche de alas negras,
y cruza un jabalí por lo impalpable,
y gana el estupor paños de sombra,
giran y giran, llenando el espacio
aquellas manos gigantes, aquellos
rostros y el último estertor de un rezo.
planicies de sangre evocan, cadáveres
dispersos en las escaleras, cirios
en las calles y ráfa*gas de olvido.
acá, en el prado de los girasoles,
cuando la del procurador confunde
el enroque virtual y el Jaque mate.
Manos son las que nos guían, atroces
manos sonámbulas, manos febriles,
manos de las obstinaciones, manos
trazando leyes y torpes propósitos
y queriendo borrar con sus proezas
la infamia de un pensamiento tiránico.
nuestros cuerpos atraen unas bellas
manos invitadas a una fiesta de hojas
locuaces, a una música que arrastra
de alegría o de miedo entre los árboles,
y no somos nosotros sino esas manos
las que deciden nuestras abyecciones.
si en sueños o en vigilia se organizan
inauditos desastres o rumores
de que en masa las águilas vendrán.
surgen peces de escamas prodigiosas,
sus aletas se mueven y son barcas
o cenefas gloriosas que uno olvida.
y misteriosamente en una rampa
muere por el olor de unas adelfas
que nunca nadie ha visto ni conoce.
que los toques marciales vituperan.
¿Acaso no se aterran los caballos
cuando las torres caen destrozadas
sembrando paso a paso destrucciones?
¿Dónde los reyes van? ¿Dónde las reinas?
Yo como fiel peón quedo extasiado.
FICHA TÉCNICA
OTRO RETRATO OLVIDADO (1990)
POESÍA COMPLETA VOLUMEN I
ADUANA VIEJA. VALENCIA, 2011